domingo, 11 de octubre de 2009

Paseo de domingo (poema) por Martín Perez Antelaf

Dan su espalda enmarcada
entreabierta
sin cerrojo alguno
y sedienta.

Dan de música
cada letra que se deshace
al hacerme de burbujas
sin saberlo.

O dan brincos
minúsculos
de suaves que son.
Respira así la caricia
sin saberlo.

Dan también
aquellos que fruncen el seño
miran derecho
de muchas maneras
para que mi boca
se suelte
y se pierda en una risa.

¿Cómo querer un lunes
desde un domingo
entre tanto color?

Soy de ellas, rayes raros,
que se muestran
fogonazos
al darles mis ojos.
Yo les doy mis labios
para que besen como quieran,
ya que vuelven a darme
candente,
en mis suspiros de infante.

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sábado, 15 de agosto de 2009

Desde una letra de rock III (ensayo) por Martín Perez Antelaf

Solo la pluma que dura lo que un suspiro, pero conmoviendo plenamente, modificando nuestro pecho con toda la carga del cielo en la tierra, o tal vez de la tierra en el cielo, solo esa pluma nos hace escribir.
Ya no hay medias tintas: solo ese terrón de serafín –sin dejar de ser éste- que se derrama por nuestro cuerpo, creando el alboroto que estalla en el sinsentido, que nos deja sonrientes en nuestro desmayo, con la respiración agitadísima… eso es lo que llega para irse.
Es ese amor que destroza lo que ya no es porque, al traernos acá, más acá, deshace la superstición de un mundo por fuera y superior de este. Así ese amor excita la imaginación exhalando realmente otro mundo.
Ese amor dura un golpe de pecho, esa canción dura lo que una gota de transpiración logra recorrer en un beso, tiempo divino.
Y se larga la palabra que se abre así misma al dejarse penetrar por otra, que huele a canción. Sabe que no hay otra manera de darse eternamente más que entregándose al aire, a la tempestad increíble. ¿Hay acaso otro modo de jugar el juego?
Así, esa dulzura primera, de a gotas únicas e irrepetibles, no pueden, sin saberlo, en su plenitud deseosa más que hacer añicos cualquier estandarte caduco, silencioso y silenciador, sofocante en su voluntad de inmovilidad. Así dejan de ser, desde el comienzo, dulzura primigenia, para ser eternas en ese momento exacto y dinámico.
La pluma que acaricia sin formas ni pensamientos secos, regalando letras, dando a luz esas oraciones que serán luego la sangre del amante, listas para ser derramadas en el regocijo del olvido vivificante; esa pluma abre la palabra como don, como entrega excesiva y, por tal, deliciosa. La letra de esa pluma no pretende ser aquello esplendoroso: quiere ser, siendo, otra cosa deliciosa, rebosante.
Momentos furiosos, de labios carmesí, y también de roces de manos y voces muchas.
Instantes fugaces, inevitablemente luminosos, vitalmente dados en parpadeos somnolientos, sonrientes.
No hay soledad en el correr del viento, no hay quietud en el reino de lo diverso.
Lo enorme del alba no dura siglos ni meses, ni siquiera un día entero. Y sin saberlo, asoma el gran mediodía.


Ventiscas de marzo
Luís Alberto Spinetta (Prive, 1986)


Una vez
ven aquí
ángel de trueno
con tu luz
veo así a través de un gigantesco día

y viene y va
sin pensar
tu corazón, de viento
y otra vez, al latir
mueve toda palabra intensamente herida al decirse

un amor que permanece intacto
inexorablemente expuesto al aire

oh mi amor
espero una carta de tu alma
esta vez es así
te veo fuego
quemando relojes atrasados por siempre
es una hoja que se bancó el diluvio
sólo una hoja que se bancó el diluvio

las ventiscas de marzo quemarán mi soledad
las ventiscas de marzo quemarán mi soledad
en un único iceberg derritiéndose hacia el sol de tu amor

oh mi amor
espero una carta de tu alma
y veo
a través de un gigantesco día
y viene y va
sin pensar
tu corazón de viento
y esta vez al latir
te veo fuego
quemando relojes atrasados por siempre

como una hoja que se bancó el diluvio
un capeleti que se bancó el diluvio

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sábado, 14 de marzo de 2009

Laura Violeta (canción) por Martín Perez Antelaf

Toda palabra en esta playa
la llevó el viento (hacia mí).
Tan inmediatas todas tus huellas,
besaron la marea sin querer.

Por tu pollera, sacude el viento.
Mientras ondula siento la orilla
dar vida a la bruma: la trae, la quita...
todo así gira sin prometer.

Todo lo que importa
es todo lo que suena:
el grito de la hormiga,
el murmullo en nuestra la arena.

Quizás el mar la haga hermosa
o ella es olas al darse así.
Ya sus tobillos salan la espuma
me dan todas sus piernas la inmensidad.

Y siento todo a través en ella,
y siento tanto entre ella y yo…
no quedan voces sin ser su risa
no queda brisa sin ser su voz.


Todo lo que importa
es todo lo que suena:
el grito de la hormiga,
el murmullo en nuestra la arena.

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Desde una letra de Rock (ensayo) por Martín Perez Antelaf

¿Cuán real son las cosas? Todas, cada una de ellas…
Peligro de caer en sólida convicción compacta, tan estrecha que sofoca. Es el peligro de golpear la mesa para saber que hay mesa, pero sin respirar su madera.
Peligro de dejar nuestro cuerpo envuelto en ideas etéreas: una mente mentirosamente satisfecha, mientras los pies se amarillentan en su inutilidad, en su inmovilidad seca.
Eso que uno jura estar amando, eso mismo que es repetido en letras mil veces de una sola manera, se cristaliza en las mismas palabras que al hablador atolondrado detienen gélido en la vanidad del comentario, en la cosificación de los párrafos. Cada palabra de amor, así, se desparrama densamente como una viscosidad que, contra el piso sin poros, se muestra impermeable y negada a entregarse, alejándose, al insistir en ese juego, de toda hierba posible.
Eso que uno jura estar odiando, tantas veces es nuestro propio desastre hecho enemigo. Aquello que reclama venganza no es otra cosa que una vuelta mortal hacia sí. El rencor es el germen del cuál mama la ponzoña silenciosa, la que detiene en el triunfo fetichista, engangrenando.
Eso protegido hasta el hastío, eso retenido hasta la enfermedad. Aquello que es mimado hasta que los dedos se hacen lijas roedoras, ¿cuánto amor hay allí?
Eso que uno no roba dejándose violar, aquello que no tiene que ser tocado por mandato de aquellas palabras que encarcelaron a tantos en la manía por una cabeza limpia, peinada o rapada, retorciendo corazones hasta dejarlos hechos “hombres de bien”, según un juicio externo.
Eso colocado para ser alcanzado, el Bien, logra - en su trayecto que se hace fin - drenar la sangre de los que pretenden llegar, para secarla en Ley.
Todos ellos que sueñan acariciando el sueño de otros, están encandilados por la luz ajena. Eso degustado fue negociado sin estar nuestro paladar allí.
Tantos ofrecen sus manos para mantener el puente a la desidia: dan lo suficiente para detenernos. Sin destruir lo que construyen, confiados de estar entregados sin olvidar.
El presente no es la verdad. La verdad no es hoy, tampoco lo fue ayer. Acción potencial, energía que se expande, siempre.
Al ser invadidos por el respiro que nos otorga la luna, al detener la mentira solar - el Bien- se presenta todo haz de luz en su carrera: el rostro oscurecido de su movimiento. Así se muestra que nunca se detuvo alguno de esos hilos en el centro que ya no es, porque ya no le pertenecemos. Nunca lo hicimos. Sabemos que nada es como se muestra.
Espíritus libres: somos el andar que trastoca toda pobre luminosidad sedienta de sí misma, ciega a otros rayos.



Eclipse
(Waters, Pink Floyd en The Dark Side of the Moon)

All that you touch
All that you see
All that you taste
All you feel.
All that you love
All that you hate
All you distrust
All you save.
All that you give
All that you deal
All that you buy,
beg, borrow or steal.
All you create
All you destroy
All that you do
All that you say.
All that you eat
And everyone you meet
All that you slight
And everyone you fight.
All that is now
All that is gone
All that's to come
and everything under the sun is in tune
but the sun is eclipsed by the moon.

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lunes, 9 de febrero de 2009

Movimientos*

“Flacas gimnastas de América,
secas, austeras, soviéticas.
Muchachitas fatales en blancos
zoquetes chinos.
Son todas joyas, patricias de amor.”
Los Redonditos de Ricota; “Música Para Pastillas” en Oktubre; 1986.

La cuarta definición que nos ofrece la Real Academia española sobre un “patricio” - en nuestro caso “patricias”- es “individuo que por su nacimiento, riqueza o virtudes descuella entre sus conciudadanos”.
Ahora, lo “austero” es aquello rígido o, en palabras de la misma Academia, “severo, rigurosamente ajustado a las normas de la moral”.
No sería extraño destacar que un arte, entre tantos otros, que puede darnos y/o hacernos soberanos de nuestras fuerzas, puede también caer en lo más grisáceo del suelo urbano, aquel que nos ofrece una dudosa seguridad, una sucia tranquilidad. La neurosis, exégesis corpórea de lo urbano, generada por ella misma, es lo que impide despegar hacia donde queramos. Lo tóxico, lo humano matando lo humano, el humo: todo lo asfixiante nos apega al piso, medio- muertos, pero con una tibia media sonrisa – lejos de la carcajada viva - de aún ser.
¿Acaso la danza no es uno de los tantos respiros del cuerpo, cuya exhalación nos aliviana despojándonos del mismísimo asfalto?

I Corporeidad

Curioso que sea yo quien toque el tema de la danza. Extraño ya que no me considero dentro de aquellas personas que manifiesten la virtud del danzar. Ni siquiera me aproximo a su expresión menos delicada: el bailar.
Sin embargo, lo que nos une a todos aquellos que intentamos, o más bien somos elegidos inter - subjetivamente a, movernos lejos de toda fuerza reactivamente deseosa por hundirnos, es la corporeidad intrínseca de nuestros movimientos. La música es un movimiento, la escritura – y la preciosa intención de leerse en voz alta – es una espléndida consecución de actos consecutivos y, a la vez, caóticos en su emerger.
Eso que emana nuestro cuerpo, aquello que algunos llaman alma, aquello que se eleva - elevándonos- , es lo que nos hace surcar de diferentes maneras las pieles de los cuerpos que nos habitan. Sin chocarnos con ellos. Más bien fundiéndonos.
Esa energía no es otra cosa que nosotros mismos. Cuerpo. No existe tal cosa como el alma etérea, el alma sin cuerpo. Todo lo que esa corporalidad genera es movimiento constante. Las filosofías antiguas lo percibían ya: “la indestructibilidad de las partículas atómicas es la garantía suficiente frente a la constante alteración de los cuerpos que los átomos componen y descomponen sin fin. Nada se aniquila, todo se transforma” 1.
Todo cuerpo se mueve mutando sin cesar. No dudo que el movimiento haya sido anterior a la palabra: casi sería necio decir lo contrario. Podría discrepar con Ana María Stekelman con respecto a la preeminencia del movimiento al sonido: en experimentos de un vacío total de ruidos, se conjeturó que el único sonido posible de existir y ser percibido en tales condiciones era el del mismísimo latido del corazón. Movimiento y sonido fenomenológicamente unidos: sin ese movimiento primordial no habría audición; si no se percibiera ese sonido, no habría movimiento alguno.

II Posmodernidad

Ahora: todos nuestros quehaceres están fundidos, indefectiblemente, en una práctica histórica.
¿Cómo son las prácticas artísticas actuales, entre ellas la danza? No es simple decirlo o, más bien, describirlo. Lo que es claro es que no es posible un práctica por fuera de la ética que toma forma a partir de las formas que nuestras prácticas generan, siendo estas también influenciadas recíprocamente por aquellas.
“En relación con la cuestión moral, la postmodernidad, por más multifácetica que parezca, no significa una ética de carencia de valores, pues precisamente su mayor influencia se manifiesta en el actual relativismo cultural y en la creencia de que nada es totalmente malo ni absolutamente bueno. Se trata más bien de una nueva manera de ver la estética, de una nueva forma de interpretar valores, un nuevo modo de relacionarse, todo ello atravesado muchas veces por factores post-industriales” 2.
Este ultimo factor no es, claro está, algo que deba tratarse con simpleza ciega. Al contrario, los cimientos de la pos- modernidad son congruentes con la desidia de la modernidad.
Tal vez el movimiento que derroque la imposición de la inercia corporal sea uno hacia quién-sabe-dónde; mofándose de la estructura líquida de la pos- modernidad, la cuál –lejos de ser etérea, abstracta- es generadora de imposiciones corpóreas.
¿Serán los pies alados, los cánticos sensibles, entre otros, capaces de romper con su lógica sin caer en la rígida lógica?

III ¿Movimiento hacia delante?

Así, pues, nos es preciso deshacernos de lo que nos impide despegar del suelo. Entre otras cosas, las definiciones perpetuas, esa austeridad que nos aplaca, secándonos inertes.
Elegir un camino, desconociendo muchos otros, es atarse a un mástil de manera necia, sin escuchar, sopesar o dejarse entregar a los murmullos que ofrecen otras voces, a los cantos que invitan ser de todos, los movimientos que nos funden en los otros, que nunca dejan de ser nosotros.
"La nueva danza no pretende volverse sobre sí misma y concentrarse en un trabajo de investigación o auto-expresión, quiere hace productiva la reflexión, quiere comunicar, quiere divertir. La nueva danza no pretende crear nuevos dogmas, sino propiciar el diálogo con otras danzas, con otras naciones, con otras culturas, con otras disciplinas artísticas, con otros colectivos sociales. La nueva danza no reclama un lugar exclusivo ni excluyente, pide convivir con otras tendencias de la danza contemporánea, que se responda con tolerancia a su tolerancia, y ocupar un espacio abierto que le permita ser productiva para la sociedad contemporánea" 3.
Augurio, o anhelo, por igualdad de ser diferentes, y que sean exclusivamente esas diferencias las que nos otorguen la diversidad de la cual nutrirnos, de la cual alimentarnos sin poder saciarnos.
Ese movimiento hacia la diversidad tal vez nos haga patricios del amor, dueños del aire, joyas sin quietud alguna, cambiando siempre para invitar ser cambiados.

Martín Antelaf

Nota publicada en www.danza.net.com.ar

1 García Gual, Carlos; Epicuro; Alianza Editorial; Madrid; 2002; pág. 116.

2 Ana González Vañek; La danza Creadora; publicado en http://www.danzanet.com; 17 de julio de 2008.

3 Calvo, Blanca y Sánchez, José A; en Ana González Vañek; op. Cit. Las cursivas me pertenecen.
El clamor (canción)

por Martín Perez Antelaf



Si tu pollera no gira

es la ausencia quien se prende

y el verde trae al verde

el desastre de la oración.



Si no vas a estar conmigo

no me dejes ni las letras

que me callan en espera

y no renuevan mi canción



Si el fuego de este río quiere verse mudo,

tú das frío.

La vida se alimenta de su propio fruto:

el olvido.




¡Qué importa si no eres mía!

Es mi piel la que comprende

estas lágrimas que encienden

el cielo al corazón.



Si piensas dejarme vivo

pues escucha este clamor:

¡solo sabe el amor

de muerte no de castigo!


Si el fuego de este río quiere verse mudo,

tú das frío.

La vida se alimenta de su propio fruto:

el olvido.
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sábado, 31 de enero de 2009

Desde una letra de rock (ensayo) por Martín Perez Antelaf


Sobre una letra de rock
Eso que anda, cual motor, eso que no se detiene porque de hacerlo, no dejaría absolutamente nada. Enfrentar ese constante ir hacia delante, también trae consigo la tempestuosa realidad del deterioro, algo inevitable pero, sin embargo, tomado de diferentes formas - creando formas, morales éticas- a lo largo de la civilizaciones.
En efecto, la q vivimos es una época que valora sobremanera ciertas características, haciendo otras –y a aquellos que las portan - despreciables, desechables, hasta repugnantes.
La juventud, la eterna juventud, ha sido en tiempos remotos la búsqueda incansable de muchas alquimias, de muchos brujos, hechiceros, ahora devenidos científicos serviles a las nuevas tendencias de la moda.
Las apariencias engañan. Entonces no basta con ellas solas, sino que también tiene uno que esmerarse para no solo verse joven, sino apuntar a lo joven, desvivirse por lo joven, llámese esto consumir productos para el consumo juvenil, o también reclamar al ser, ser lo que ya no es: eterna juventud inmóvil y, por esta razón, cobarde estabilidad.
Para este fin, vale utilizar todo tipo de medios. Las nuevas tecnologías, por su misma esencia inmóvil, son un canal virtuoso para acceder a la petición radical: el quedarse como se es o, peor aún, volver hacia donde nunca se regresa. Exigencia necia de una petrificación retroactiva.
¡Y qué mejor modelo pétreo a seguir que el de esquemas ya establecidos en el común colectivo, no solo en la imaginación general, sino más bien en las prácticas enfocadas, guiadas a confluir estáticamente hacia lo que no es!
Las promesas por el estrellato sin siquiera fulgurar como una vela – e incluso teniendo la fogosidad de esta ausencia- es el engaño voluntario del esclavo, aquel que se rinde ante otro que no es menos esclavo que él. Voluntad de dependencia, basado específicamente en el plan conjunto de volver a ser algo muerto, fósil; cuando simplemente se es o, mejor aún, no se deja de ser, mutando indefinidas veces, infatigablemente.
Búsqueda de algo ya cantado, de algo ya propuesto, pero con sabor a imposición. Y aquello a seguir, es el cauce único hacia la degradación. Pero en los tiempos que se viven, esta es la puerta hacia la reunión de un conjunto de decrépitos, pero que al juntarse, se sienten menos solos. Como los puercos espines de Schopenhauer, se juntan, se dan calor, pero no se animan a darse hasta sangrar. Piensan que su tibieza da fulgor, pero solo es el remedio estanco para el espanto por la incomprensión de ese movimiento interminable, el cuál somos.
Finalmente, y como cierre cantado a modo de moraleja, la vorágine de los mismos vientos desoídos darán a escuchar lo que no deja de tronar: el anhelo por lo pasado es energía pésimamente utilizada, haciendo de los pies que pueden volar, estacas; convirtiendo el aleteo que pueden dar el movimiento celeste en simulacro de salto.
Por más que uno quiera borrar con una sonrisa la lágrima, la sal de esta no puede mentirle a los labios de nadie.
Martín Perez Antelaf
Spaghetti Del Rock
Divididos
Pistones de un curioso motor de humanidad
resortes viejos de este amor que va
memoria hostil de un tiempo de paz sin paz
narices frías de una noche atrás
besos por celular
las momias de este amor piden el actor de lo que fui
pantalla de la muerte y de la canción
proyectos de un nuevo spaghetti del rock
cíclope de cristal
devora ambición
vomita modelos de ficción

remontar el barrilete en esta tempestad
sólo hará entender que ayer no es hoy
que hoy es hoy
y que no soy actor de lo que fui.