lunes, 9 de febrero de 2009

Movimientos*

“Flacas gimnastas de América,
secas, austeras, soviéticas.
Muchachitas fatales en blancos
zoquetes chinos.
Son todas joyas, patricias de amor.”
Los Redonditos de Ricota; “Música Para Pastillas” en Oktubre; 1986.

La cuarta definición que nos ofrece la Real Academia española sobre un “patricio” - en nuestro caso “patricias”- es “individuo que por su nacimiento, riqueza o virtudes descuella entre sus conciudadanos”.
Ahora, lo “austero” es aquello rígido o, en palabras de la misma Academia, “severo, rigurosamente ajustado a las normas de la moral”.
No sería extraño destacar que un arte, entre tantos otros, que puede darnos y/o hacernos soberanos de nuestras fuerzas, puede también caer en lo más grisáceo del suelo urbano, aquel que nos ofrece una dudosa seguridad, una sucia tranquilidad. La neurosis, exégesis corpórea de lo urbano, generada por ella misma, es lo que impide despegar hacia donde queramos. Lo tóxico, lo humano matando lo humano, el humo: todo lo asfixiante nos apega al piso, medio- muertos, pero con una tibia media sonrisa – lejos de la carcajada viva - de aún ser.
¿Acaso la danza no es uno de los tantos respiros del cuerpo, cuya exhalación nos aliviana despojándonos del mismísimo asfalto?

I Corporeidad

Curioso que sea yo quien toque el tema de la danza. Extraño ya que no me considero dentro de aquellas personas que manifiesten la virtud del danzar. Ni siquiera me aproximo a su expresión menos delicada: el bailar.
Sin embargo, lo que nos une a todos aquellos que intentamos, o más bien somos elegidos inter - subjetivamente a, movernos lejos de toda fuerza reactivamente deseosa por hundirnos, es la corporeidad intrínseca de nuestros movimientos. La música es un movimiento, la escritura – y la preciosa intención de leerse en voz alta – es una espléndida consecución de actos consecutivos y, a la vez, caóticos en su emerger.
Eso que emana nuestro cuerpo, aquello que algunos llaman alma, aquello que se eleva - elevándonos- , es lo que nos hace surcar de diferentes maneras las pieles de los cuerpos que nos habitan. Sin chocarnos con ellos. Más bien fundiéndonos.
Esa energía no es otra cosa que nosotros mismos. Cuerpo. No existe tal cosa como el alma etérea, el alma sin cuerpo. Todo lo que esa corporalidad genera es movimiento constante. Las filosofías antiguas lo percibían ya: “la indestructibilidad de las partículas atómicas es la garantía suficiente frente a la constante alteración de los cuerpos que los átomos componen y descomponen sin fin. Nada se aniquila, todo se transforma” 1.
Todo cuerpo se mueve mutando sin cesar. No dudo que el movimiento haya sido anterior a la palabra: casi sería necio decir lo contrario. Podría discrepar con Ana María Stekelman con respecto a la preeminencia del movimiento al sonido: en experimentos de un vacío total de ruidos, se conjeturó que el único sonido posible de existir y ser percibido en tales condiciones era el del mismísimo latido del corazón. Movimiento y sonido fenomenológicamente unidos: sin ese movimiento primordial no habría audición; si no se percibiera ese sonido, no habría movimiento alguno.

II Posmodernidad

Ahora: todos nuestros quehaceres están fundidos, indefectiblemente, en una práctica histórica.
¿Cómo son las prácticas artísticas actuales, entre ellas la danza? No es simple decirlo o, más bien, describirlo. Lo que es claro es que no es posible un práctica por fuera de la ética que toma forma a partir de las formas que nuestras prácticas generan, siendo estas también influenciadas recíprocamente por aquellas.
“En relación con la cuestión moral, la postmodernidad, por más multifácetica que parezca, no significa una ética de carencia de valores, pues precisamente su mayor influencia se manifiesta en el actual relativismo cultural y en la creencia de que nada es totalmente malo ni absolutamente bueno. Se trata más bien de una nueva manera de ver la estética, de una nueva forma de interpretar valores, un nuevo modo de relacionarse, todo ello atravesado muchas veces por factores post-industriales” 2.
Este ultimo factor no es, claro está, algo que deba tratarse con simpleza ciega. Al contrario, los cimientos de la pos- modernidad son congruentes con la desidia de la modernidad.
Tal vez el movimiento que derroque la imposición de la inercia corporal sea uno hacia quién-sabe-dónde; mofándose de la estructura líquida de la pos- modernidad, la cuál –lejos de ser etérea, abstracta- es generadora de imposiciones corpóreas.
¿Serán los pies alados, los cánticos sensibles, entre otros, capaces de romper con su lógica sin caer en la rígida lógica?

III ¿Movimiento hacia delante?

Así, pues, nos es preciso deshacernos de lo que nos impide despegar del suelo. Entre otras cosas, las definiciones perpetuas, esa austeridad que nos aplaca, secándonos inertes.
Elegir un camino, desconociendo muchos otros, es atarse a un mástil de manera necia, sin escuchar, sopesar o dejarse entregar a los murmullos que ofrecen otras voces, a los cantos que invitan ser de todos, los movimientos que nos funden en los otros, que nunca dejan de ser nosotros.
"La nueva danza no pretende volverse sobre sí misma y concentrarse en un trabajo de investigación o auto-expresión, quiere hace productiva la reflexión, quiere comunicar, quiere divertir. La nueva danza no pretende crear nuevos dogmas, sino propiciar el diálogo con otras danzas, con otras naciones, con otras culturas, con otras disciplinas artísticas, con otros colectivos sociales. La nueva danza no reclama un lugar exclusivo ni excluyente, pide convivir con otras tendencias de la danza contemporánea, que se responda con tolerancia a su tolerancia, y ocupar un espacio abierto que le permita ser productiva para la sociedad contemporánea" 3.
Augurio, o anhelo, por igualdad de ser diferentes, y que sean exclusivamente esas diferencias las que nos otorguen la diversidad de la cual nutrirnos, de la cual alimentarnos sin poder saciarnos.
Ese movimiento hacia la diversidad tal vez nos haga patricios del amor, dueños del aire, joyas sin quietud alguna, cambiando siempre para invitar ser cambiados.

Martín Antelaf

Nota publicada en www.danza.net.com.ar

1 García Gual, Carlos; Epicuro; Alianza Editorial; Madrid; 2002; pág. 116.

2 Ana González Vañek; La danza Creadora; publicado en http://www.danzanet.com; 17 de julio de 2008.

3 Calvo, Blanca y Sánchez, José A; en Ana González Vañek; op. Cit. Las cursivas me pertenecen.
El clamor (canción)

por Martín Perez Antelaf



Si tu pollera no gira

es la ausencia quien se prende

y el verde trae al verde

el desastre de la oración.



Si no vas a estar conmigo

no me dejes ni las letras

que me callan en espera

y no renuevan mi canción



Si el fuego de este río quiere verse mudo,

tú das frío.

La vida se alimenta de su propio fruto:

el olvido.




¡Qué importa si no eres mía!

Es mi piel la que comprende

estas lágrimas que encienden

el cielo al corazón.



Si piensas dejarme vivo

pues escucha este clamor:

¡solo sabe el amor

de muerte no de castigo!


Si el fuego de este río quiere verse mudo,

tú das frío.

La vida se alimenta de su propio fruto:

el olvido.
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