sábado, 31 de enero de 2009

Desde una letra de rock (ensayo) por Martín Perez Antelaf


Sobre una letra de rock
Eso que anda, cual motor, eso que no se detiene porque de hacerlo, no dejaría absolutamente nada. Enfrentar ese constante ir hacia delante, también trae consigo la tempestuosa realidad del deterioro, algo inevitable pero, sin embargo, tomado de diferentes formas - creando formas, morales éticas- a lo largo de la civilizaciones.
En efecto, la q vivimos es una época que valora sobremanera ciertas características, haciendo otras –y a aquellos que las portan - despreciables, desechables, hasta repugnantes.
La juventud, la eterna juventud, ha sido en tiempos remotos la búsqueda incansable de muchas alquimias, de muchos brujos, hechiceros, ahora devenidos científicos serviles a las nuevas tendencias de la moda.
Las apariencias engañan. Entonces no basta con ellas solas, sino que también tiene uno que esmerarse para no solo verse joven, sino apuntar a lo joven, desvivirse por lo joven, llámese esto consumir productos para el consumo juvenil, o también reclamar al ser, ser lo que ya no es: eterna juventud inmóvil y, por esta razón, cobarde estabilidad.
Para este fin, vale utilizar todo tipo de medios. Las nuevas tecnologías, por su misma esencia inmóvil, son un canal virtuoso para acceder a la petición radical: el quedarse como se es o, peor aún, volver hacia donde nunca se regresa. Exigencia necia de una petrificación retroactiva.
¡Y qué mejor modelo pétreo a seguir que el de esquemas ya establecidos en el común colectivo, no solo en la imaginación general, sino más bien en las prácticas enfocadas, guiadas a confluir estáticamente hacia lo que no es!
Las promesas por el estrellato sin siquiera fulgurar como una vela – e incluso teniendo la fogosidad de esta ausencia- es el engaño voluntario del esclavo, aquel que se rinde ante otro que no es menos esclavo que él. Voluntad de dependencia, basado específicamente en el plan conjunto de volver a ser algo muerto, fósil; cuando simplemente se es o, mejor aún, no se deja de ser, mutando indefinidas veces, infatigablemente.
Búsqueda de algo ya cantado, de algo ya propuesto, pero con sabor a imposición. Y aquello a seguir, es el cauce único hacia la degradación. Pero en los tiempos que se viven, esta es la puerta hacia la reunión de un conjunto de decrépitos, pero que al juntarse, se sienten menos solos. Como los puercos espines de Schopenhauer, se juntan, se dan calor, pero no se animan a darse hasta sangrar. Piensan que su tibieza da fulgor, pero solo es el remedio estanco para el espanto por la incomprensión de ese movimiento interminable, el cuál somos.
Finalmente, y como cierre cantado a modo de moraleja, la vorágine de los mismos vientos desoídos darán a escuchar lo que no deja de tronar: el anhelo por lo pasado es energía pésimamente utilizada, haciendo de los pies que pueden volar, estacas; convirtiendo el aleteo que pueden dar el movimiento celeste en simulacro de salto.
Por más que uno quiera borrar con una sonrisa la lágrima, la sal de esta no puede mentirle a los labios de nadie.
Martín Perez Antelaf
Spaghetti Del Rock
Divididos
Pistones de un curioso motor de humanidad
resortes viejos de este amor que va
memoria hostil de un tiempo de paz sin paz
narices frías de una noche atrás
besos por celular
las momias de este amor piden el actor de lo que fui
pantalla de la muerte y de la canción
proyectos de un nuevo spaghetti del rock
cíclope de cristal
devora ambición
vomita modelos de ficción

remontar el barrilete en esta tempestad
sólo hará entender que ayer no es hoy
que hoy es hoy
y que no soy actor de lo que fui.